sábado, 3 de octubre de 2009

LA CONQUISTA DEL PARAISO

EL VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA

El virreinato de Nueva España fue el nombre que la administración del reino de España le dio a la región del continente americano en los territorios mexicanos y los estados de California, Nevada, Colorado, UTA, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington y gran parte de los estados de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana, así como la parte suroeste de la colonia británica en Canadá, que en el periodo en el que México era colonia de España, es decir, a comienzos del siglo XVI y principios del siglo XIX.

Este nombre se lo puso Hernán Cortés a los territorios que conquistó tras la caída definitiva de México –Tenochtitlán en manos de los españoles, por las semejanzas que encontró con el reino de España, y esto referido a la combinación de climas, reflejándose en uno y otro caso los climas templados, áridos y fríos.
Este virreinato fue una fuente muy importante de ingresos para el reino de España, en el que había importantes centros mineros como son los de Guajanato, San Luís Potosí e Hidalgo así como centros de exportación de riquezas más escasas en los territorios peninsulares.


Antes de la llegada de los conquistadores españoles a la zona esta estaba dividida en pequeños reinos los cuales tan pronto llegaron los españoles, se aliaron, sobre todo por una especie de temor a los dioses, de terror religioso que invadió a todos los pueblos indígenas. Los españoles a cambio, conservaron los pequeños estados independientes de indios, que aun hoy son la base de muchos estados mexicanos, con cultura propia y con una propia idiosincrasia, que se conserva perfectamente gracias en parte de la estrategia de conquista del imperio de España.

LA ORGANIZACIÓN DEL VIRREINATO

El virreinato fue una fuente muy importante de ingresos para el reino de España, en el que había importantes centros mineros como son los de Guajanato, San Luís Potosí e Hidalgo así como centros de exportación de riquezas más escasas en los territorios peninsulares.

Antes de la llegada de los conquistadores españoles a la zona esta estaba dividida en pequeños reinos los cuales tan pronto llegaron los españoles, se aliaron, sobre todo por una especie de temor a los dioses, de terror religioso que invadió a todos los pueblos indígenas. Los españoles a cambio, conservaron los pequeños estados independientes de indios, que aun hoy son la base de muchos estados mexicanos, con cultura propia y con una propia idiosincrasia, que se conserva perfectamente gracias en parte de la estrategia de conquista del imperio de España.

En cuanto a la organización del virreinato decir, que al frente del mismo se establecía un virrey nombrado por el soberano español y en nombre del cual ejercía el poder. A lo largo del tiempo en el que duró el virreinato, hubo 63 virreyes, de los cuales, el primero fue Antonio de Mendoza. Para que el funcionamiento del virreinato fuera el correcto, fue necesario al contrario de lo que los historiadores de antes pensaban la participación y colaboración de los pueblos indígenas. Se trataba pues el virreinato de un sistema de dominio indirecto, en el que se ejercía el poder a través de los caciques indígenas, y de ahí que fuera tan fundamental su colaboración, convirtiéndose esto en el punto fuerte y en el punto débil del sistema.

Para controlar a los caciques indígenas se creó la figura del encomendero, que no eran más que los conquistadores que se instalaban en los territorios conquistados y se encargaban de cobrar tributos. Por cada uno de los antiguos señoríos indígenas se creó una encomendación. Los encomenderos tenían dos obligaciones principales: una, la de controlar a los pueblos indígenas y dos evangelizar a los indios, logrando mayores triunfos cuantos más indígenas evangelizaran.

Precisamente es curioso, pero es importante añadir, que la justificación legal y moral de la conquista durante aquel tiempo, era que lo importante no era los beneficios económicos que se obtenían, sino la difusión de la fe católica. Para lograr esto era fundamental la adhesión a la fe católica del cacique principal, porque así el pueblo se adhería con mayor facilidad. La clave principal de esta evangelización “forzosa” fue la conversión de las familias indígenas de los ritos poligámicos a los ritos monogámicos. Para ello hubo que cambiar costumbres y legislación, por lo que fue necesario el apoyo de las autoridades. Esa misma red de intereses creados fue la que transformó los edificios de adoración de dioses indígenas en templos cristianos y conventos, que serían al fin y al cabo lo encargados de propagar la fe católica.


El Mosaico Social de la Nueva España

La sociedad novohispana comenzó a tomar forma a partir de 1521.
Los españoles trasladaron a América sus propios esquemas sociales, similares a los de la época medieval europea; y aunque el choque de la conquista fue muy destructivo de la forma de vida de las civilizaciones indígenas, durante la época colonial subsistieron algunas formas sociales que existían antes de que llegaran los europeos.


La sociedad colonial estuvo profundamente dividida por las diferencias culturales y raciales de sus habitantes. Las aspiraciones sociales de cualquier novohispano estaban claramente definidas por su pertenencia a un determinado grupo racial. Por ello, como te podrás imaginar, esta sociedad era profundamente racista y la gente vivía inmersa en una constante tensión social provocada por estas diferencias.
El mosaico social y racial de la Nueva España se componía de:

Indígenas
Mestizos y castas
Negros y mulatos
Asiáticos
Españoles peninsulares y criollos
Extranjeros y judíos

LA VIDA ECONÓMICA DEL VIRREINATO

La vida económica de este período, se basó principalmente en el auge de la agricultura. Este auge vino motivado por la buena combinación que hubo de cultivos autóctonos o indígenas y cultivos foráneos traídos por los españoles, que se adaptaron perfectamente a las condiciones y climas de esa zona (queremos recordar aquí lo ya comentado en cuanto al nombre de Nueva España). Además del auge agrícola, hay que hacer mención al auge ganadero, sobre todo en las zonas del norte del virreinato, y que han dejado su huella en las costumbres y usos folclóricos del lugar, y del sector minero, centrado sobre todo este en la plata, con la que México ha alcanzado incluso hoy en día fama mundial.

El comercio también tuvo una importancia creciente en esta época: en cuanto al comercio interior, se aprovecharon las redes comerciales establecidas, y se abrieron unas nuevas, celebrándose ferias periódicas al estilo de las que se hacían en el reino de España, en las que las dos culturas se mezclaban de forma casi perfecta; por lo que respecta al comercio exterior, este se mantenía fundamentalmente con España, y con Asia.

Este importante tráfico comercial, potenció el desarrollo de la cultura, que alcanzó cotas muy altas, sobre todo, por el interés mostrado por los españoles en el pasado indígena. Así se fundaron escuelas, sobre todo con el propósito de lograr conversiones religiosas, pero también con el espíritu de ahondar en las costumbres de unos pueblos tan diferentes a los europeos, y que les llamaban poderosamente la atención. En estas escuelas se enseñaba la lengua latina, pero también se enseñaba a escribir en la lengua indígena (el náhuatl) y se crearon gramáticas en dicha lengua.
En relación con esto, hay constancia de que en 1536, se abrieron las puertas del colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde los frailes trabajaron con las élites indígenas, aunando la cultura renacentista europea y su corriente humanista, con los logros alcanzados por los indígenas. A destacar dos importantes hitos: la introducción de la imprenta en el Nuevo Mundo, en 1539, y la puesta en funcionamiento de la Universidad de México, en 1553.

Quizás, el logro más importante alcanzado por los conquistadores españoles, fue precisamente este, el intercambio cultural, donde ambas partes salieron ganando.
Continuando a lo largo de los siglos, podemos destacar grandes eruditos como pueden ser Antonio de Alzate, Andrés Manuel del Río, descubridor del vanadio, o Fausto Elhúyar y Lúbice, descubridor del wolframio, que son muestra de la brillantez cultural que se dio en Nueva España.